Nueva Zelanda - Noviembre 2024 -


Si alguien me preguntase si merece la pena visitar este país, la respuesta sería indudablemente, "está demasiado lejos".

Lo cierto es que tres semanas, lo que ha durado este viaje, no es tiempo suficiente para descubrir un país cuya superficie es más o menos la mitad de España y que por su geografía, dos islas mayores y varias pequeñas, resulta difícil de recorrer rápidamente. A eso se suma el hecho de que la población total es solamente de 5 millones de habitantes lo que hace que una gran parte de la superficie esté poco poblada y, como consecuencia, las infrastructuras, carreteras y ferrocarril, están menos desarrolladas; recorrer varios cientos de kilómetros lleva mucho más tiempo de lo que llevaría en cualquier país europeo.

Este viaje habrá servido, en cualquier caso, para hacernos una buena idea de lo que es el país. Occidental desde un punto de vista cultural (el país formó parte del Imperio Británico), las zonas urbanas son similares a las europeas. Nosotros, que tenemos una inclinación por los entornos naturales, hemos podido disfrutar de una buena dosis de paisajes de montaña pero, teniendo en cuenta nuestros viajes previos, no hemos encontrado nada que no hayamos visto anteriormente (Canadá, Suiza, Islandia, Noruega,...) por lo que la conclusión es que el esfuerzo para venir hasta aquí, en horas de viaje y costo del mismo, jetlag, etc, es demasiado grande para lo que hemos encontrado.

Aún así el disfrute ha sido enorme ya que Nueva Zelanda es un concentrado de montañas, glaciares, lagos y valles. Lo tiene todo :)

Comenzamos la visita en Auckland, capital económica y ciudad más grande del país, donde hemos llegado por motivos profesionales y donde vamos a pasar una buena parte del viaje.
Se acercan las fiestas de fin de año y no hay nada más extraño que encontrarse árboles de navidad estando en manga corta. En Europa ya hace frío de verdad así que es un placer poder volver a vestir de corto. Olvidemos lo que nos espera a la vuelta, por el momento :) Por su ubicación geográfica y su "aislamiento", el mar es de una importancia vital para la economía neozelandesa.
La mezcla de edificios y arquitectura clásica y moderna, típicas de las ciudades anglosajonas, es bastante curiosa.
La Sky Tower sirve como punto de referencia ya que se hace omnipresente en el cielo de Auckland.
Una visita rápida al Auckland Museum, que hace las funciones de monumento a la memoria de los Caídos, donde lo más destacable es el recorrido por la historia, cultura y arte maorí, de raíces polinesias.
La cultura maorí está presente en la vida cotidiana de Nueva Zelanda. Casi todos los carteles e inscripciones están en los dos idiomas oficiales, inglés y maorí, pero, por lo que nos han explicado los locales, el esfuerzo por mantener la lengua maorí, por ejemplo, obedece más a razones nostálgicas, y de respeto a la diversidad cultura, que prácticas. Parece ser que el porcentaje de personas que hablan maorí de manera fluida es bastante bajo. Por otro lado, al menos en las ciudades, la mezcla de etnias y orígenes es tan alta (muchísima inmigración de Asia Oriental - China, Corea del Sur, Taiwan, Japón y Hong Kong) que hace que los maoríes pasen un poco desapercibidos en su propia tierra. Esta gran mezcla de culturas hace que la oferta culinaria, por ejemplo, sea tan variada; es más fácil encontrar restaurantes chinos o japoneses que comida auténtica neozelandesa. En Auckland a veces tenemos la impresión de encontrarnos en algún país asiático, como Singapur.

El fotogénico skyline del downtown de Auckland, con la Sky Tower siempre resaltando...
...así que no nos queda más remedio que subinos a ella, a ver si se ve lo mismo que desde la torre más alta de Toronto :D

Esta torre es un poco más pequeña pero las vistas son impresionantes. El downtown:
Una de las bahías que rodean la región de Auckland:
El Mount Eden, un antiguo cráter volcánico. La ciudad se sitúa en una región de colinas y restos de erupción de 48 volcanes de hace unos 50.000 años.
Nos ha llamado la atención el Mount Eden. Parece que desde ahí tiene que haber buenas vistas del downtown así que vamos para allá.

Efectivamente, las vistas no están nada mal.
¡Hey, mira a quién nos hemos encontrado por las antípodas! ¿...qué haces tan triste? ¿es porque estás sola? Pero... no te preocupes que seguro que tu compañera de aventuras no está lejos.
Bueno, ya va siendo hora de pasar a la acción. Atrás se queda Auckland; partimos hacia la isla sur y el vuelo ya nos ofrece un aperitivo de lo que nos vamos a encontrar. El color del agua de los lagos es simplemente impresionante.
Aterrizaje en Queenstown, en un aeropuerto situado en uno de los entornos naturales más bonitos que hayamos visto, rodeado de montañas.
Salimos corriendo a patear esas montañas que rodean Queenstown, con unas vistas espectaculares sobre el lago Wakatipu.
¿¡Ves!? Si ya te decía yo que tu compañera está siempre cerca :) Vamos, vamos, que tenemos muchas cosas por ver.
Nos consta que los kiwis son aves bastante tímidas, nocturnas, por lo que es muy difícil verlos en plena naturaleza. Aún así, visto el cartel...
...andaremos con los ojos bien abiertos, por si acaso.
¡Nada! No ha habido suerte. Tendremos que conformarnos con los que vimos en el museo de Auckland.
Tras Queenstown, nos dirigimos a la región de Milford Sound pero la suerte no nos acompaña esta vez. El número de días de lluvia en la costa oeste de Nueva Zelanda es bastante alto y a nosotros nos ha tocado uno de ellos. Lluvia y niebla, lo que no nos deja disfrutar plenamente del paisaje.
Un enorme kea que quería invitarse a comer. El kea es un ave endémica de Nueva Zelanda. Es bastante curioso y atrevido y, si te descuidas, te puede dañar la goma de la ventanilla del coche :D

La verdad es que, con ese pico y esas garras, resulta imponente.
Lluvia, lluvia y más lluvia. Las cascadas que vamos viendo por la carretera son bonitas, por otro lado.
Hay que estar atento para aprovechar cada ocasión en que el sol acaba por asomar entre las nubes.
La agricultura y la ganadería son unas de las principales actividades económicas en Nueva Zelanda. La lana fue hasta recientemente el principal producto exportado por el país. Circulando por la carretera se pueden ver enormes terrenos de pasto que hacen las delicias de vacas y, principalemente, ovejas que se cuentan por millones. De hecho en Nueva Zelanda hay unas cinco ovejas por cada habitante.
¡Adiós, simpáticas!
Nos desplazamos hasta la región de Wanaka para seguir disfrutando de estos preciosos paisajes, entre lagos y cumbres.
Un último paseo a la orilla del lago Wanaka...
...y seguimos ruta hacía la región del monte Cook, la montaña más alta de Nueva Zelanda, a ver si el tiempo acompaña y tenemos la suerte de ver algún glaciar en las cumbres. Nueva Zelanda es un país bastante montañoso y el mount Cook se encuentra en la cadena de los Alpes del Sur que recorre toda la costa occidental de la isla del sur.

Esta región de Nueva Zelanda es muy turística. Las fotos que hay a continuación no reflejan la cantidad de gente que nos hemos cruzado en estos trekings de montaña, la mayor parte de los cuales, chinos y japoneses, llegan en grandes grupos abarrotando caminos, senderos y puntos de vista panorámicos.
El tiempo ha sido un poco inclemente, con bastante viento, lluvia y frío, para estar a las puertas del verano, pero armados de paciencia hemos sabido esperar esos pequeños momentos de relativa calma para apreciar estos maravillosos paisajes en todo su esplendor.
En Nueva Zelanda quedan muchos más glaciares que en las montañas de la Europa del sur, donde ya son bastante escasos.
Y el monte Cook, tímido él, no ha querido dar la cara hasta el final de la jornada, cuando ya nos estábamos yendo.
Una última jornada para disfrutar de este mágico lugar que tanto nos recuerda a Jökulsárlón
Antes de irnos, un último vistazo desde las alturas...
...y tomamos el primero de los vuelos que nos llevarán de vuelta a casa. Las vistas desde aquí arriba están bastante bien, también.

Adiós a este joven país de personas sencillas y amables.



*** Hemos volado todo el tiempo hacia el este, completando una vuelta al mundo, y la experiencia de atravesar la línea de cambio de fecha y vivir el mismo día dos veces seguidas ha resultado bastante curiosa (menos mal que no somos supersticios porque, para mas inri, ese día cayó en viernes 13). Aparte del hecho de haber aterrizado en el aeropuerto de destino (primera escala) antes de haber despegado del aeropuerto de origen :D


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