Nueva Zelanda - Noviembre 2024 -


Si alguien me preguntase si merece la pena visitar este país, la respuesta sería indudablemente, "está demasiado lejos".

Lo cierto es que tres semanas, lo que ha durado este viaje, no es tiempo suficiente para descubrir un país cuya superficie es más o menos la mitad de España y que por su geografía, dos islas mayores y varias pequeñas, resulta difícil de recorrer rápidamente. A eso se suma el hecho de que la población total es solamente de 5 millones de habitantes lo que hace que una gran parte de la superficie esté poco poblada y, como consecuencia, las infrastructuras, carreteras y ferrocarril, están menos desarrolladas; recorrer varios cientos de kilómetros lleva mucho más tiempo de lo que llevaría en cualquier país europeo.

Este viaje habrá servido, en cualquier caso, para hacernos una buena idea de lo que es el país. Occidental desde un punto de vista cultural (el país formó parte del Imperio Británico), las zonas urbanas son similares a las europeas. Nosotros, que tenemos una inclinación por los entornos naturales, hemos podido disfrutar de una buena dosis de paisajes de montaña pero, teniendo en cuenta nuestros viajes previos, no hemos encontrado nada que no hayamos visto anteriormente (Canadá, Suiza, Islandia, Noruega,...) por lo que la conclusión es que el esfuerzo para venir hasta aquí, en horas de viaje y costo del mismo, jetlag, etc, es demasiado grande para lo que hemos encontrado.

Aún así el disfrute ha sido enorme ya que Nueva Zelanda es un concentrado de montañas, glaciares, lagos, valles y fiordos, cascadas, acantilados, fuentes termales, parques naturales... Lo tiene todo :)

Comenzamos la visita en Auckland, capital económica y ciudad más grande del país, donde hemos llegado por motivos profesionales y donde vamos a pasar una buena parte del viaje.
Se acercan las fiestas de fin de año y no hay nada más extraño que encontrarse árboles de navidad estando en manga corta. En Europa ya hace frío de verdad así que es un placer poder volver a vestir de corto. Olvidemos lo que nos espera a la vuelta, por el momento :) Por su ubicación geográfica y su "aislamiento", el mar es de una importancia vital para la economía neozelandesa.
La mezcla de edificios y arquitectura clásica y moderna, típicas de las ciudades anglosajonas, es bastante curiosa.
La Sky Tower sirve como punto de referencia ya que se hace omnipresente en el cielo de Auckland.
Una visita rápida al Auckland Museum, que hace las funciones de monumento a la memoria de los Caídos, donde lo más destacable es el recorrido por la historia, cultura y arte maorí, de raíces polinesias.
La cultura maorí está presente en la vida cotidiana de Nueva Zelanda. Casi todos los carteles e inscripciones están en los dos idiomas oficiales, inglés y maorí, pero, por lo que nos han explicado los locales, el esfuerzo por mantener la lengua maorí, por ejemplo, obedece más a razones nostálgicas, y de respeto a la diversidad cultura, que prácticas. Parece ser que el porcentaje de personas que hablan maorí de manera fluida es bastante bajo. Por otro lado, al menos en las ciudades, la mezcla de etnias y orígenes es tan alta (muchísima inmigración de Asia Oriental - China, Corea del Sur, Taiwan, Japón y Hong Kong) que hace que los maoríes pasen un poco desapercibidos en su propia tierra. Esta gran mezcla de culturas hace que la oferta culinaria, por ejemplo, sea tan variada; es más fácil encontrar restaurantes chinos o japoneses que comida auténtica neozelandesa. En Auckland a veces tenemos la impresión de encontrarnos en algún país asiático, como Singapur.

El fotogénico skyline del downtown de Auckland, con la Sky Tower siempre resaltando...
...así que no nos queda más remedio que subinos a ella, a ver si se ve lo mismo que desde la torre más alta de Toronto :D

Esta torre es un poco más pequeña pero las vistas son impresionantes. El downtown:
Una de las bahías que rodean la región de Auckland:
El Mount Eden, un antiguo cráter volcánico. La ciudad se sitúa en una región de colinas y restos de erupción de 48 volcanes de hace unos 50.000 años.
Nos ha llamado la atención el Mount Eden. Parece que desde ahí tiene que haber buenas vistas del downtown así que vamos para allá.

Efectivamente, las vistas no están nada mal.
¡Hey, mira a quién nos hemos encontrado por las antípodas! ¿...qué haces tan triste? ¿es porque estás sola? Pero... no te preocupes que seguro que tu compañera de aventuras no está lejos.
Bueno, ya va siendo hora de pasar a la acción. Atrás se queda Auckland; partimos hacia la isla sur y el vuelo ya nos ofrece un aperitivo de lo que nos vamos a encontrar. El color del agua de los lagos es simplemente impresionante.
Aterrizaje en Queenstown, en un aeropuerto situado en uno de los entornos naturales más bonitos que hayamos visto, rodeado de montañas.
Salimos corriendo a patear esas montañas que rodean Queenstown, con unas vistas espectaculares sobre el lago Wakatipu.
¿¡Ves!? Si ya te decía yo que tu compañera está siempre cerca :) Vamos, vamos, que tenemos muchas cosas por ver.
Nos consta que los kiwis son aves bastante tímidas, nocturnas, por lo que es muy difícil verlos en plena naturaleza. Aún así, visto el cartel...
...andaremos con los ojos bien abiertos, por si acaso.
¡Nada! No ha habido suerte. Tendremos que conformarnos con los que vimos en el museo de Auckland.
Tras Queenstown, nos dirigimos a la región de Milford Sound pero la suerte no nos acompaña esta vez. El número de días de lluvia en la costa oeste de Nueva Zelanda es bastante alto y a nosotros nos ha tocado uno de ellos. Lluvia y niebla, lo que no nos deja disfrutar plenamente del paisaje.
Un enorme kea que quería invitarse a comer. El kea es un ave endémica de Nueva Zelanda. Es bastante curioso y atrevido y, si te descuidas, te puede dañar la goma de la ventanilla del coche :D

La verdad es que, con ese pico y esas garras, resulta imponente.
Lluvia, lluvia y más lluvia. Las cascadas que vamos viendo por la carretera son bonitas, por otro lado.
Hay que estar atento para aprovechar cada ocasión en que el sol acaba por asomar entre las nubes.
La agricultura y la ganadería son unas de las principales actividades económicas en Nueva Zelanda. La lana fue hasta recientemente el principal producto exportado por el país. Circulando por la carretera se pueden ver enormes terrenos de pasto que hacen las delicias de vacas y, principalemente, ovejas que se cuentan por millones. De hecho en Nueva Zelanda hay unas cinco ovejas por cada habitante.
¡Adiós, simpáticas!
Nos desplazamos hasta la región de Wanaka para seguir disfrutando de estos preciosos paisajes, entre lagos y cumbres.
Un último paseo a la orilla del lago Wanaka...
...y seguimos ruta hacía la región del monte Cook, la montaña más alta de Nueva Zelanda, a ver si el tiempo acompaña y tenemos la suerte de ver algún glaciar en las cumbres. Nueva Zelanda es un país bastante montañoso y el mount Cook se encuentra en la cadena de los Alpes del Sur que recorre toda la costa occidental de la isla del sur.

Esta región de Nueva Zelanda es muy turística. Las fotos que hay a continuación no reflejan la cantidad de gente que nos hemos cruzado en estos trekings de montaña, la mayor parte de los cuales, chinos y japoneses, llegan en grandes grupos abarrotando caminos, senderos y puntos de vista panorámicos.
El tiempo ha sido un poco inclemente, con bastante viento, lluvia y frío, para estar a las puertas del verano, pero armados de paciencia hemos sabido esperar esos pequeños momentos de relativa calma para apreciar estos maravillosos paisajes en todo su esplendor.
En Nueva Zelanda quedan muchos más glaciares que en las montañas de la Europa del sur, donde ya son bastante escasos.
Y el monte Cook, tímido él, no ha querido dar la cara hasta el final de la jornada, cuando ya nos estábamos yendo.
Una última jornada para disfrutar de este mágico lugar que tanto nos recuerda a Jökulsárlón
Antes de irnos, un último vistazo desde las alturas...
...y tomamos el primero de los vuelos que nos llevarán de vuelta a casa. Las vistas desde aquí arriba están bastante bien, también.

Adiós a este joven país de personas sencillas y amables.



*** Hemos volado todo el tiempo hacia el este, completando una vuelta al mundo, y la experiencia de atravesar la línea de cambio de fecha y vivir el mismo día dos veces seguidas ha resultado bastante curiosa (menos mal que no somos supersticios porque, para mas inri, ese día cayó en viernes 13). Aparte del hecho de haber aterrizado en el aeropuerto de destino (primera escala) antes de haber despegado del aeropuerto de origen :D


Indonesia - Mayo 2024 -


¡Por fin! Uno de los países que encabezaban nuestra lista de destinos deseados y que, por una u otra razón, no hemos conseguido visitar hasta ahora. ¿Qué nos atraía, a priori, de Indonesia? Pues, básicamente, la diversidad de ambientes, historia, templos y religión, la comida y los entornos naturales más variados.

Siendo Indonesia un país vecino de Malasia y Tailandia, y con una cultura similar, el listón estaba bastante alto y, aunque globalmente no nos ha decepcionado, tenemos que decir que en lo que respecta a la sociedad, el modo de vida de la gente en general, casi nada nos ha sorprendido. Nos esperábamos un país más "colorido", por decirlo de alguna manera, pero al ser un país de mayoría musulmana (de hecho es el país de mayoría musulmana más poblado del mundo), excepto en la isla de Bali, no encontramos la variedad de religiones y templos que podemos encontrar en Malasia o Singapur, por ejemplo.

Por otro lado, con su intensa actividad volcánica, sus playas tropicales y sus parques naturales, Indonesia es un país de naturaleza desbordante.

Nada más llegar a Yogyakarta, en la isla de Java, nos ponemos en marcha y empezamos la visita por el monasterio y templos de Mendut que nos traen gratos recuerdos de Angkor Wat
Para pasar seguidamente al gran templo de Borobudur, atracción mayor de la región. Se trata de un monumento funerario con forma de pirámide. Es el monumento budista más grande del mundo.

Al llegar nos encontramos con un ambiente un poco caótico con muchísimos turistas, coches, restaurantes, puestos de souvenirs, gente alquilando paraguas para protegerse del sol... hace un calor del demonio y todos vamos buscando la sombra.

El templo es imponente con un montón de budas y bajorrelieves esculpidos en roca volcánica que contrasta con el verde de la vegetación y el azul del cielo. En el nivel superior hay un montón de estupas con forma de campana, decoradas con agujeros, que resultan realmente fotogénicas.
Para ser el primer día, con el jetlag a cuestas, hemos aprovechado bien el tiempo. Nos hemos merecido esta rica cena... y al fin y al cabo también hemos venido a esto, a saborear los ricos platos de la cocina indonesia. Ñam, ñam...
Hoy empezamos visitando el Kraton, el palacio de sultán, en el centro de Yogyakarta. Para desplazarnos, tomamos un tuk-tuk, previo regateo del precio. Como turistas que somos, el precio que nos piden siempre es demasiado elevado así que no queda más remedio que regatear lo que, por otro lado, sirve de excusa para romper el hielo y entablar conversación con los locales sobre temas de su vida cotidiana, que siempre es interesante.
La parte visitable del Kraton consiste básicamente en una serie de patios y estancias abiertas un poco insípidas. Lo más interesante que hemos visto ha sido un espectáculo de marionetas con una orquesta que acompaña el espectáculo, la del sultán, donde la mayor parte de instrumentos son de percusión (xilófonos y similares).

La visita ha estado acompañada por numerosos grupos de escolares que nos miran como si fuésemos una atracción y nos saludan efusivamente. Durante el viaje, muchísimos locales nos ha solicitado para sacarse fotos con nosotros como ya nos ha pasado en otros países. ¡Mira que somos "corrientones" y no dejamos de llamar la atención entre esta gente! :)
Una de las cosas que más nos ha chocado es cómo se desplazan las familias, en moto, en scooter, llevando niños en todas las posiciones posibles. Para muestra, esta moto con una sillita - tenemos dudas de que esté homologado ;). Durante el viaje se repetirán las imágenes de familias, madres sobre todo, llevando a varios niños en las motos sin ningún tipo de seguridad.
Nos dirigimos a Prambanan, conjunto de más de 200 templos hindúes que nos llevará un buen rato visitar.
El complejo es enorme. Uno puede pasar horas mirando los incontables paneles, estatuas, bajorrelieves, balaustradas, templos en ruinas...

Nos encontramos decenas de grupos escolares, cada grupo con su color específico. Los extranjeros somos la atracción, todo el mundo quiere fotografiarse con nosotros... "Mister, mister!, photo!"
Esto está lleno de turistas pero como la mayoría son locales (hay bastante gente rezando en los templos, también) se mantiene el encanto del lugar.
Hora de dejar atrás Yogyakarta y dirigirnos a uno de los sitios que más ganas tenemos en este viaje, el monte Bromo. Dedicamos la jornada entera al desplazamiento. Tuk-tuk, tren (más de 8 horas) y, para acabar, taxi, hasta llegar a nuestro destino. Por el camino vamos viendo interminables campos de arroz y paisanos trabajándolos. Vemos casi todas las etapas del cultivo: arado, siembra, segado... hombres o mujeres solos o en grupos, dispersos entre los campos en terrazas.
Dormimos unas pocas horas y nos levantamos a las dos y media de la mañana para ir a ver el amanecer al monte Bromo. Uno ya empieza a estar un poco harto de estos sobrevalorados amaneceres y atardeceres publicitados por los locales, en todos los países, y que en realidad no aportan gran valor a la visita. El caso es que hemos decidido subir a pie, en vez de en 4x4 como hace la mayoría, y el treking nocturno nos lleva unas cuantas horas hasta llegar al punto de vista panorámico.

Las vistas son impresionantes, lo que nos hace olvidar el madrugón y el frío que hemos pasado hasta que ha salido el sol. En primer plano el cráter del monte Bromo, humeando sin parar y, al fondo, el Semeru, que se tira algún que otro pedete de vez en cuando.
Vaya vista chula, ¿eh, chicas?
Como parece que esta noche no hemos caminado lo suficiente, tras haber desayunado algo, decidimos ir caminando al cráter del Bromo. El camino es polvoriento pero llano y, aunque bastante largo, no tiene mucho desnivel así que lo andamos fácilmente.
Bueno, sin desnivel pero con más de doscientos peldaños para llegar hasta el borde del cráter. La vista sobre la olla a presión, humeante, impresiona. Parece que fuese a reventar en cualquier momento. De vez en cuando nos llegan los vapores de azufre con ese olor tan característico a huevos podridos.

De vuelta del cráter, probamos uno de estos establecimientos típicos de comida donde tienen los platos expuestos en una vitrina para que los vean los viandantes y que, a nosotros, nos resulta práctico para saber qué es lo que pedimos.
Aprovechamos el resto del día para desplazarnos de nuevo. Esta vez en coche, un "taxista" local; el trayecto, unos 230 km., ¡nos lleva más de 6 horas! Está claro que en este país hay que tomarse las cosas con calma. Bueno, vamos disfrutando de lo que vemos por la carretera: arrozales, terrenos de cultivo en pendientes imposibles, todo tipo de transportes en motos, músicos de semáforo, mezquitas de vivos colores, y un sinfín de gentes y situaciones improbables, cuando menos.

Estando en la región queríamos visitar el volcán Ijen conocido por el río de llamas azules que fluye en su interior.

Para ello, una vez más, nos va a tocar levantarnos muy pronto. Levantarnos pronto o, directamente, no acostarnos porque hemos quedado en que nos recojan antes de medianoche para ir a visitar el volcán. Conseguimos dormir unas horas por la tarde y, como previsto, hacia las doce de la noche salimos hacia el volcán. El azufre en combustión, que fluye en el cráter, desprende unas llamas azules que solamente son visibles de noche, así que no tenemos elección.

La entrada al complejo está regulada y se abre sobre las 2 de la mañana. Nos dan unas mascarillas para los efluvios de azufre y nos dirigimos a la entrada. La cantidad de gente es brutal, esto parece la salida de una maratón. La mayor parte de la gente son locales pero aún así esto es agobiante. Echamos a andar a buen ritmo, subimos la pendiente del volcán con la luz de las linternas viendo cada vez más turistas, chinos, intuimos, siendo portados en las sillas-carros tirados y empujados por locales. Algunos van durmiendo o viendo series en el móvil (nos resulta increíble el tipo de turista que viene a estos sitios para prestar cero atención al entorno y la experiencia vivida y visitar estos parajes únicos con el solo objetivo, parece ser, de hacerse la foto de rigor para publicarla inmediatamente en las redes sociales).
En fin, tras una larga marcha llegamos al borde del cráter y bajamos hacia el interior del volcán siguiendo la procesión interminable de luces. Al llegar abajo no hay demasiada gente (nos hemos dado bastante prisa) y vamos directos al fuego azul que se percibe desde lo alto. Estamos en primera fila y disfrutamos un poco, pero enseguida la nube de vapor de azufre se hace irrespirable. Incluso con las mascarillas, la quemazón en ojos y pulmones es insoportable y tenemos que alejarnos.
Atención, porque hasta hace no mucho tiempo la mayor parte de los locales vivían de la extracción manual del azufre que se encuentra en el volcán. Pertrechados con un par de cestos de mimbre, los porteadores bajaban hasta el fondo varias veces al día para arrancar y acarrear la preciada carga, superior muchas veces a su propio peso, que vendían a una empresa, por unas pocas rupias, para su uso en la producción industrial.

Lo contamos en pasado porque, aunque todavía hay locales que se ganan la vida bajando en condiciones miserables y peligrosas para su salud al fondo del Kawah Ijen, parece ser que la mayor parte de los mineros de azufre se ha reconvertido en porteadores de perezosos turistas; los que vimos durante la subida y los que volveremos a ver, de día, para hacer el camino de bajada. Nos decimos que, bueno, por otro lado no está mal que se ganen la vida con este nuevo oficio, que es menos dañino para su salud y seguro que está mejor pagado.
Nosotros estamos medio asfixiados por el humo y esta pobre gente teniendo que bajar sin ningún tipo de protección la mayor parte de las veces.
Dejamos atrás el Ijen y, de paso, saltamos de isla. Pasamos de la isla de Java a la isla de Bali.

Aunque no nos apetece mucho, porque el ambiente turístico de Bali no es lo que estamos buscando en este viaje, nos vemos obligados a pasar por aquí por temas logísticos. Aprovechamos el paso para visitar algunos de los numerosos templos existentes en la isla.

La isla tiene una vegetación frondosa, con muchísimas palmeras, y los templos se suceden en las calles; muchos son templos familiares, dentro de los patios de las casas. La isla de Bali es de mayoría hinduista, en oposición a Java de mayoría musulmana. Esto se percibe enseguida, entre otras cosas, en la forma de vestir de las mujeres.

Esto es un poco la Ibiza de Asia: hoteles, restaurantes, tiendas... todo occidentalizado y mucha más proporción de turistas extranjeros que lo que hemos visto hasta ahora.

Empezamos visitando el templo de Besakih. El más importante, grande y sagrado del hinduismo balinés. Consta de 23 templos en seis niveles.
Seguimos con el templo de Taman Ayun
Para acabar con el imprescindible y fotogénico Ulun Danu, que se levanta sobre las aguas de un lago.
Tras este breve paso por Bali, decidimos que es hora de reponer fuerzas y descansar un poco de tanto madrugón y ajetreo así que cambiamos de isla y nos vamos unos días a disfrutar en el entorno tranquilo y paradisíaco que os mostramos a continuación. La llegada, nocturna, ha sido mágica porque, inesperadamente, hemos podido ver plancton bioluminiscente en el agua.
Unos días de paz nos vendrán bastante bien.

Aunque tenemos que reconocer que también hemos venido aquí un poco buscando esto:

Un acuario gigante...
...con animales tan inusuales como estas estrellas de mar azules...
...peces payaso...
...sirenas...
¡¡¡...y montones de tortugas que aparecen y desaparecen por todos los lados!!!

Así, nos pasaríamos la vida a remojo :)
Y si disfrutamos en el agua, fuera no lo hacemos menos con esta gente tan encantadora que no hace más que sonreirnos a cada paso.
Paseamos por la playa, viendo a los niños volar cometas, mientras anochece, y disfrutamos de la calma de este sitio pobre, de aspecto, pero rico en el fondo.
Nos habríamos quedado aquí mucho tiempo más pero, exigencias del guión, tenemos que seguir camino.
Hora de cambiar completamente de ambiente. Visitamos uno de los numerosos parques naturales de este país donde encontraremos animales únicos y sorprendentes. La vegetación es frondosa...
...y hay que andar atentos para divisar los animales que lo pueblan. Un macaco negro bajo estas líneas.
A veces es mucho más fácil verlos, alimentándose descaradamente, cerca de las zonas habitadas por humanos. ¡Hey, hey, hey, que te hemos pillado in fraganti!
Alguno, como este diminuto y encantador tarsier, solo se deja ver por la noche así que hay que ser sigilosos para no espantarlo. Shhhh....

Y otras no se espantan tan fácilmente, por mucho que uno quisiera. ¡Mira bien dónde pisas!
Bueno, cada bicho "feo" tiene siempre su contrapartida.


Una pequeña pausa para reponer fuerzas al final del día. De todas formas, la cerveza y las demás bebidas locales son algo a tener en cuenta, también, a la hora de descubrir la cultura y el modo de vida en cada país, ¿no? ;)
Siendo Indonesia un país con tanta actividad volcánica, no podía faltar la visita a alguna zona de fumarolas y charcos sulfurosos. Nos consta que esto es peligroso - en cualquier país desarrollado, como Islandia, por ejemplo, este tipo de áreas están acotadas y el acceso a ellas terminantemente prohibido - pero no podemos resistirnos a disfrutar de cerca estos colores y algo tan raro de ver allí de donde venimos. Tenemos mucho cuidado con dónde pisamos, en cualquier caso.
De vuelta a zona urbana, nos encontramos con esta familia que viaja con las niñas en scooter sin ningún tipo de protección, como hemos comentado anteriormente. Estas imágenes se repiten continuamente.
El mercado local de pescado. Todo está bastante sucio pero el pescado, bien fresco, tiene una pinta estupenda. Los vendedores de los puestos nos llaman para que les fotografiemos.
No solo no les importa que les fotografiemos en cualquier situación sino que nos lo piden expresamente, insistentes... "Mister, photo! Mister, photo!"
...y a veces nos piden ser fotografiados con ellos. Este intercambio de fotografías resulta divertido. Nos imaginamos enmarcados en el salón de alguna casa.
El mercado era de pescado pero también hemos encontrado otros manjares cárnicos como ratas, perro o serpiente. Todo lo que corre, nada o vuela, ¡a la cazuela!
Nosotros, por el momento, optamos por algo más ligero para reponer fuerzas...
...antes de emprender la subida al cráter de otro volcán.
Donde nos hemos encontrado con este personaje que hemos dado en llamar el hombre-tucán-mono y que no ha parado de insistir en que le fotografiáramos, a cambio de unas rupias, por supuesto. Nos ha explicado algo así como que antiguamente los pobladores de esta zona, caníbales ellos, se comían a los enemigos vencidos en combate y conservaban las calaveras como trofeos de guerra y las exhibían colgadas de sus atuendos. Hoy día, obviamente "está prohibido matar personas" (hombre-tucán-mono dixit) así que solo llevan colgados cráneos de mono.
En fin, parece ser que hemos sido un poco rácanos con la propina que le hemos dado por la foto y nos ha echado la maldición de la lluvia. Durante el viaje hemos librado, más o menos, pero en cuanto hemos dejado al hombre-mono-tucán ha empezado a llover a cántaros y nos ha tenido paralizados, resguardados, durante unas cuantas horas.
Una vez el diluvio pasado, hemos podido continuar el viaje hasta nuestro último destino en Makassar, donde acabaremos este viaje.

La ciudad de Makassar no tiene mucho atractivo pero en las inmediaciones se encuentra el área de Rammang-Rammang, una de las mayores zonas kársticas del mundo que, sin ser una maravilla, tiene su interés.
Makassar es una de las más grandes aglomeraciones de Indonesia, con todas las cosas negativas que eso conlleva :(
Merece la pena visitar la colorida mezquita de las 99 cúpulas...
...donde seremos, una vez más, el objeto del deseo de los objetivos de los fotógrafos locales (seguramente no, ya que la mitad de nosotros no tiene, pero nos preguntamos: ¿será la barba?)...
...y a donde uno puede llegar montado en uno de estos llamativos tuk-tuks que tanto nos recuerdan a los luminosos rickshaws de Malaca


Hora de volver a casa. Dejamos atrás otro país de gente acogedora y encantadora que no espera más que se le devuelva la sonrisa y, tal vez, un poco de conversación para pasar el rato, y donde uno se siente como en casa a pesar de la distancia cultural que nos separa.

Terima kasih, Indonesia!